Escuché su nombre por primera vez muy lejos de Sagua la Grande. Acompañaba a mi madre en un evento en la capital y, allí, el entonces Secretario General de la Central de Trabajadores de Cuba, Pedro Ross, nos habló personalmente de su interés en venir a nuestra localidad a inaugurar un monumento en honor al gran Alfredo López.
Grande fue mi asombro pues este nombre no figuraba entonces para mi entre los referentes de la lucha revolucionaria en mi tierra.
Desde ese momento y, tras mi retorno a Sagua la Grande, algo me ató a conocer quién era el hombre del monumento y algo, además, me ató a pasar a cada rato por el sitio previsto, ese parque que tantos recuerdos guardaba para mi por estar frente a mi querida escuela primaria.
Como niña al fin hacía galas de saber antes que muchos del proyecto, pero tardó varios años en llevarse a cabo. Fue cuando estudiaba en Santa Clara que, tras mi regreso a Sagua, que lo vi allí, y sonreí cual niña pequeña otra vez. Por fin descubría esa figura que tantos años estuve esperando ver.
Ya había estudiado a profundidad la Historia de Cuba y sabía de su lucha inclaudicable en representación de las masas obreras desde muy joven, también que se fue de nuestro terruño con una corta edad.
Nuestro Alfredo llegó a organizar un Comité Pro Primero de mayo y por ende un combativo día de los trabajadores. Administró la Federación Obrera de La Habana (FOH), organización representante de la unidad en el movimiento sindical cubano.
Fundó la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC) y colaboró codo con codo con Julio Antonio Mella en la fundación de la Universidad Popular José Martí, pues su interés siempre fue lograr el bienestar de los obreros, y esta universidad era no representaba solo la superación de ellos sino la unidad del movimiento y la integración.
También supe que los esbirros de Gerardo Machado le dieron muerte y que fue visto por última vez la noche del 20 de julio el conocido por algunos como “el hombre de la unidad”.
Conocí además que en el museo local se conserva una máquina de coser que le comprara a su madre con su primer salario y una foto suya dedicada a quien le dio la vida.
Con solo 36 años y mucho más por pensar y hacer por el proletariado cubano dijo adiós a la vida Alfredo López. Me paro frente a su monumento y lo veo inmenso.
Me paro frente a él y le sonrió, pues mi mamá no recuerda detalles de aquella conversación con Pedro Ross, pero yo sí, lo miro satisfecha pues mucho lo esperé y de cierta forma me siento, solo por eso, ligada al hombre del monumento, a este hijo ilustre de Sagua la Grande.
Alfredo López: El hombre del monumento
Escuché su nombre por primera vez muy lejos de Sagua la Grande. Acompañaba a mi madre en un evento en la capital y allí el entonces Secretario General de la Central de Trabajadores de Cuba, Pedro Ross, nos habló personalmente de su interés en venir a nuestra localidad a inaugurar un monumento en honor al gran Alfredo López.
Grande fue mi asombro pues este nombre no figuraba entonces para mi entre los referentes de la lucha revolucionaria en mi tierra.
Desde ese momento y, tras mi retorno a Sagua la Grande, algo me ató a conocer quién era el hombre del monumento y algo además me ató a pasar a cada rato por el sitio previsto, ese parque que tantos recuerdos guardaba para mi por estar frente a mi querida escuela primaria.
Como niña al fin hacía galas de saber antes que muchos del proyecto, pero tardó varios años en llevarse a cabo. Fue cuando estudiaba en Santa Clara que, tras mi regreso a Sagua, que lo vi allí, y sonreí cual niña pequeña otra vez. Por fin descubría esa figura que tantos años estuve esperando ver.
Ya había estudiado a profundidad la Historia de Cuba y sabía de su lucha inclaudicable en representación de las masas obreras desde muy joven, también que se fue de nuestro terruño con una corta edad.
Nuestro Alfredo llegó a organizar un Comité Pro Primero de mayo y por ende un combativo día de los trabajadores. Administró la Federación Obrera de La Habana (FOH), organización representante de la unidad en el movimiento sindical cubano.
Fundó la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC) y colaboró codo con codo con Julio Antonio Mella en la fundación de la Universidad Popular José Martí, pues su interés siempre fue lograr el bienestar de los obreros, y esta universidad era no representaba solo la superación de ellos sino la unidad del movimiento y la integración.
También supe que los esbirros de Gerardo Machado le dieron muerte y que fue visto por última vez la noche del 20 de julio el conocido por algunos como “el hombre de la unidad”.
Conocí además que en el museo local se conserva una máquina de coser que le comprara a su madre con su primer salario y una foto suya dedicada a quien le dio la vida.
Con solo 36 años y mucho más por pensar y hacer por el proletariado cubano dijo adiós a la vida Alfredo López. Me paro frente a su monumento y lo veo inmenso.
Me paro frente a él y le sonrió, pues mi mamá no recuerda detalles de aquella conversación con Pedro Ross, pero yo sí, lo miro satisfecha pues mucho lo esperé y de cierta forma me siento, solo por eso, ligada al hombre del monumento, a este hijo ilustre de Sagua la Grande.