miércoles, octubre 8, 2025
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Che de todos los tiempos, Che renacido

Este 8 de octubre mi ciudad despierta de manera diferente. Amanece en Santa Clara. Amanece la patria guerrillera.

Ahí está él, inmenso, fusil al hombro, mirando al Sur, al Escambray majestuoso que conocieron de sus botas firmes, su uniforme verde olivo raído en el fragor del combate, su boina de la estrella solitaria  y sus jornadas de victorias.

Lleva un brazo vendado, la misma imagen que todos recordamos cuando entró como un guerrero siempre eterno al centro de Cuba para liberar este pueblo donde encontró el amor de una mujer, y donde halló, además,  la ternura de muchas personas agradecidas que, desde entonces, lo llamaron hijo de esta ciudad.

Cada 8 de octubre él renace, o mejor, cada día nos muestra el camino con sus compañeros de lucha que le acompañan en el Olimpo de los inmortales.

Está en Bolivia, o en cualquier país de esta América Nuestra, para lograr nuestra única y definitiva independencia. Escribe su Diario de Campaña, y vence el asma y la pérdida de sus combatientes.

Y en La Higuera, habla con una maestra para corregirle la ortografía y para hablarle de sus sueños de un mundo mejor.

Y le dice al asesino que le apunte al pecho, que va a matar a un hombre.

Está aquí, en Cuba, nos advierte de los errores, nos recuerda que el cuadro es la columna vertebral de la Revolución, que Fidel tiene y sigue teniendo toda la autoridad para pedir cualquier sacrificio, habla de moral, de dignidad, vuelve a las industrias y a los campos, describe las pautas para impulsar la economía, vuelve a escribir su Carta despedida «que si me llega la hora definitiva bajo este cielo mi último pensamiento será para este pueblo».

Es 8 de octubre y Ernesto Che Guevara tiene la virtud de multiplicarse en las camisetas de los jóvenes de cualquier parte, con ese pensamiento transformador que tanto necesitamos, con su ejemplo de Don Quijote que vuelve a cabalgar sobre Rocinante, está en esa foto que recorre el mundo con esa mirada profunda que habla.

Renace con su crítica ante todo lo mal hecho, con sus palabras estremecedoras que hablan de futuro, siembra ideas, levanta banderas contra el burocratismo y la corrupción, enfrenta la injusticia, y nos vuelve a recordar que «el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor».

Ahí está, con la adarga al brazo, porque como Bolívar, tiene mucho que hacer todavía.

En Santa Clara regresa a sus campamentos, lidera la gran batalla, descarrilla el Tren Blindado, y desde su sitio de reposo eterno, vuelve a pedir resultados, sin alardes ni prepotencias, sólo pide resultados para seguir renaciendo, porque así, sólo así, es cierta la sobrevida.

Aquí, en Santa Clara, está el Che Guevara, el Guerrillero inmortal, con su boina de guerrillero, en esa plaza y ese Memorial donde siempre acudimos cuando buscamos la esperanza.

Ahí está él, majestuoso, en esa estatua que lo devuelve vivo, echando a andar, con su fusil, su mirada al Sur y un letrero de una canción que habla de inmortalidad: «Fue una estrella quien te puso aquí y te hizo de este pueblo de gratitud».

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