jueves, julio 31, 2025
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Cuba no olvida a los mártires de la Patria

La dictadura batistiana creyó que matando hombres mataría ideas. Nunca sopesó el fuego que avivaría con sus muertes.

El 30 de julio es un día que huele a pólvora y a jazmines, a sangre joven derramada en las calles de Santiago, donde la historia de Cuba se escribió con balas y esperanza.

Frank País García, el joven convertido en soldado, el estratega de mirada serena y manos creadoras, cayó acribillado por las balas de la tiranía. Junto a él, Raúl Pujol, otro joven cuyo crimen fue amar a Cuba más que a su propia vida. La dictadura batistiana creyó que matando hombres mataría ideas. Nunca sopesó el fuego que avivaría con sus muertes.

Cuando el cadáver de Frank País fue llevado en hombros por las calles santiagueras, el pueblo, conmocionado, hizo de su entierro la mayor protesta contra Batista. Las mujeres vestidas de luto, los obreros con los puños en alto, los estudiantes con banderas del 26 de Julio, juraron sobre su tumba que la lucha no cesaría.

«Aquí tenemos que venir todos los años a recordar a los muertos de la Revolución; pero tiene que ser como un examen de la conciencia y de la conducta de cada uno de nosotros (…)», sentenció Fidel en el segundo aniversario de la muerte de Frank.

La historia de Cuba es un rosario de sacrificios, y el 30 de julio de 1957 es una de sus cuentas más dolorosas.  Este día nos trae el eco de aquellos años en los que Cuba era un campo de batalla y cada joven llevaba en el pecho el dilema de ser libre o mártir.

Por eso esta fecha, el Día de los Mártires de la Revolución, no es solo duelo, es promesa. Es el recuerdo de los miles de cubanos que, desde 1868 hasta el último disparo en la Sierra, entregaron su vida por un país libre. Son las manos de José Martí, escribiendo el futuro; la sonrisa de Camilo, que no se apaga; los versos de Bonifacio Byrne, que aún cantan a la bandera.

Recordamos hoy a quienes entendieron claramente que «morir por la Patria es vivir».

Sus nombres arden en el alma de esta nación, cicatrizada pero indomable, en la cual cada latido es un eco de aquellos que sembraron libertad con sangre y heroísmo.

Mientras haya un niño que recite sus versos, un joven que estudie su historia, un trabajador que defienda sus conquistas, los mártires del 30 de julio seguirán cabalgando en el tiempo, cual jinetes de la dignidad.

Este es su día, nuestro día, el día en que Cuba abre las venas del recuerdo y sangra orgullo. La Isla entera, con el pecho convertido en altavoz, grita el juramento tallado en bronce: ¡Vuestro sacrificio no fue en vano! ¡Hasta la victoria, siempre!

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