Telecubanacán dijo adiós en esta triste madrugada a otro de sus más queridísimos hijos. Se nos ha ido nuestro Raúl Alfonso, el pequeño gigante detrás del lente, el hombre que cámara al hombro nos contó Villa Clara y nos trajo las historias de cubanos desde tierras lejanas.
Hoy despedimos a quien la modestia de un alma noble y un corazón enorme le impedían hablar de sí mismo o de aquellos momentos únicos que sólo él pudo vivir y guardar para la posteridad.

El consagrado profesional al que no detuvieron ciclones, inundaciones, el frío, el riesgo, la madrugada y las alturas.
Ese que caminó junto a Fidel por cada pedacito villaclareño, que recibió a Papas, músicos, artistas, presidentes, deportistas, desde la serenidad que solo él poseía en el peor de los contextos cuando un casette no podía fallar, porque para Raulito en cada plano le iba la vida y la perfección alcanzada era la meta.

Ese que fue siempre la mejor compañía que un periodista de la televisión podía tener, la seguridad del detalle captado y entendido, la garantía de un trabajo bello, el maestro sin título de muchísimos.
A sus hijos, a su esposa, a su padre, a su hermano, las condolencias de sus hermanos de batalla, de su otra casa, la que ayudó a construir y forjar.
