La primera vez que Fidel visitó la tierra de los padres de Abel y Haydée Santamaría fue dos meses antes de la acción del Moncada, en mayo de 1953, según nos contó antes de morir el doctor Alberto Taboada González, coterráneo de los futuros asaltantes a la fortaleza santiaguera y compañero de aula de Fidel en la Universidad de La Habana, donde ambos cursaron la carrera de Derecho.
Taboada recordaba que el anuncio del paso de una tormenta por Encrucijada preocupó mucho a Abel, ante lo cual el propio Fidel lo conminó a visitar a sus padres, sugiriéndole, además, que llevara a Yeyé e invitara al fotógrafo Fernando Chenard Piña, a fin de que tomara algunas instantáneas de los daños. Luego, el propio Fidel también se embullaría a acompañarlos en la travesía.
Al llegar al lugar comprobaron que no había tales estragos, razón por la cual el futuro jefe de la acción del 26 de Julio decidió recorrer el poblado para conversar con los trabajadores y tomarle el pulso a la situación, para lo cual solicitó la colaboración de Taboada, quien residía muy cerca de la casa natal de Abel.
«No hay problema», expresó el amigo al futuro jefe de la acción del Moncada. En lo que los hermanos Santamaría Cuadrado y Chenard visitaban a Joaquina y Benigno en el ingenio, ellos iniciaron el recorrido por las barberías de Martín Peñate y Juan Martínez, en las cuales dialogaron, con los lugareños allí reunidos, acerca de la situación del país.
Más tarde pasó por la Fábrica de Tabacos Güineo, donde sostuvo un ameno intercambio con sus trabajadores, explicó el abogado, quien recordó la avidez de Fidel por saber cómo pensaba el pueblo; y, a su vez, de los obreros por escuchar a aquel desconocido que hablaba tan bonito.
«Al terminar la conversación, los tabaqueros comenzaron a sonar las chavetas, en muestra de aprobación y afecto por lo que acababan de oír en boca del joven que luego cambiaría los destinos de la Patria», nos dijo Alberto.
En busca de alguna máquina que los trasladara hacia el central Constancia, hoy Abel Santamaría, lugar en el que se encontraría con la familia Santamaría Cuadrado, Fidel y su compañero fueron a parar a una piquera ubicada a la salida hacia Calabazar, sitio en el que se produjo un incidente que mostró la visión futura del líder de la Revolución.
Estando allí, llegó un sargento apodado Mala Cara, por la expresión de su rostro y el carácter agrio que mostraba. Al verlo, Fidel ordenó ponerle café y tabaco, abonando el importe de la nota. Cuando el guardia recibió la oferta, preguntó quién había pagado, a lo que el empleado respondió: «Aquel joven alto que usted ve allí». «¿Por qué usted hizo eso?», indagó Mala Cara, a lo que Fidel manifestó: «No se asuste, sargento, llegará el día en que estas cosas sean normales en Cuba, y no sorprendan a nadie». Ante aquel gesto, el hombre quedó atónito y desarmado, recordó Taboada.
Ya en el ingenio, Abel propició a Fidel un intercambio con jóvenes ortodoxos del lugar, entre ellos Carol Amador, Vidal Muñoz, Pedro Guerra y Mingolo Riverón, quienes quedaron sorprendidos de la claridad de pensamiento del visitante.
Dos meses después de aquella visita, el 25 de julio de 1953, en tránsito hacia Santiago de Cuba, Fidel volvería al actual territorio villaclareño. En la Óptica López, ubicada en la calle Cuba, en Santa Clara, haría una breve escala para reponer los espejuelos que había olvidado en casa de Melba Hernández, los que fueron confeccionados en menos de una hora por Rafael Gutiérrez, técnico del establecimiento. Así, por esas casualidades de la historia, el líder de la Revolución llevaría al Moncada los espejuelos confeccionados en la ciudad de Santa Clara.
Tomado de Granma https://www.granma.cu/asalto-moncada/2023-07-25/fidel-en-la-tierra-de-abel-y-haydee-santamaria-25-07-2023-21-07-27