jueves, abril 25, 2024
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Martí a través de los ojos de un sagüero

Visitado, revisitado, interpretado, reinterpretado. Y, a pesar de eso, nadie deja por sentado que todo se dijo. Siempre hay más que decir de Martí.

Incluso, en medio del choteo cubano, se dice que sobre todo tema hay una frase de Martí y que las personas ponen su nombre como un sello de calidad, asegurando que lo dicho es atribuido a un pensamiento superior.

Me pregunté más de una vez cómo, con una edad bastante corta, con tantos ires y venires en pro de la causa independentista, fue capaz de hacer tanto, de dejar tanto a la posteridad. Tal vez por eso Martí es deshumanizado una y otra vez. Fue capaz de hacer lo que pocos.

Martí es indudablemente un ideal pero, más allá de esa imagen, existió un Martí hombre, de carne y huesos, con familia, con pasiones, con temores, con imperfecciones.

A romper los esquemas y retratarlo en sus páginas se dedicó Jorge Mañach. El libro “Martí, el Apóstol” vio la luz en 1933. Consta de 30 capítulos y un apéndice sobre la estancia de Martí en México. El prólogo estuvo a cargo de Luis Toledo Sande y el prefacio salió de las manos de Gabriela Mistral.

Un conocedor de la obra martiana le dijo una vez “Mañach, usted nos engaña. Usted no escribió la biografía de José Martí sino que dejó que él se posesionara de usted para escribirla. No olvide que en México defendió el espiritualismo”. A este y otros criterios, el orgulloso autor respondía con una sonrisa.

Mucho empeño puso en recolectar información, en consultar fuentes. Lo hizo con tanta precisión que emociona seguir el curso y ahondar más allá de la lectura.

Que si es una biografía novelada, que si una biografía documentada, que si incurrió en permear de su propio criterio el discurso. Sí, se le pueden reprochar detalles a Mañach, pero nadie le quita tamaño mérito: el primero en mostrar a Martí de conjunto, en todas sus facetas, y sobre todo, en su desarrollo como ser humano. Al decir de Toledo Sande, Martí, el Apóstol es una valoración difícilmente comparable a la luz de las investigaciones modernas.

Al hombre excepcional vuelven 170 años más tarde ensayistas, poetas y eternos martianos enamorados, pero nadie como Mañach para mover a la reflexión y para motivar a llegar más allá de lo archiconocido y ¿qué mayor orgullo para Sagua la Grande que el hecho de que ese periodista y crítico literario fuera hijo de esta tierra?

Por este motivo en especial le debemos a Mañach la lectura de Martí, el Apóstol. A Martí le debemos sumergirnos en una vida que va más allá de la perfección y que, de carne hueso, puede llegar a enamorar incluso más.

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