Ya atesoras 211 años, nos corresponde a todos ayudarte para que mantengas tu esplendor, ciudad declarada Monumento Nacional desde 2011.
En cualquier lugar donde se encuentra un hijo de esta tierra siempre eres y serás grande, de personalidades de la historia, la música, la ciencia y tu inmenso río que divide en dos arterias a la ciudad.
Desde cualquier latitud donde estemos, se siente nostalgia, y el anhelo de una imagen del hogar donde nacimos, la acera donde al caer de aquella bici aprendiendo a montarla, nos raspamos la rodilla y aún mantiene la huella.
Se añora el Parque Mausoleo, que guarda con celo los restos de los mambises que ofrendaron sus vidas por la liberación del colonialismo español, y los grandes árboles que regalan verdor y frescura, o la escuela de la infancia, a los maestros que nos enseñaron a leer y escribir, y las tarjas en las fachadas de viviendas donde nacieron hijos ilustres y los ofrendaron sus vidas aquel 9 de Abril de 1958 por Sagua la Grande.
Siempre presente el legado de Wifredo Lam, el más universal de los pintores cubanos, orgullo mundial, nacido coincidentemente un 8 de diciembre, las obras como el Hogar de Ancianos de la benefactora Carmen Ribalta, los trenes que anunciaban, con su pito, la llegada o ida de la ciudad que siempre mantuvo su sólido desarrollo ferroviario motivado por el auge azucarero de la región.
¿Cómo olvidar las noches de retretas en el parque La Libertad, o la peña deportiva y cultural en el parque Albarrán, a la que asistían reconocidos como el otrora estelar pelotero Victor Mesa?
Allí, bajo la mirada del eminente, urólogo que se venera con una estatua majestuosa en el centro de la plaza, a su lado, el Hotel Sagua el de mayor altura en su época, el que tantos reconocidos mundialmente visitaran como el escritor español Federico García Lorca.
Siempre te vemos bonita, a pesar de las arrugas por los años, y el deseo de que algún día tus calles rectas y anchas vuelvan a estar limpias, mi ciudad, la de todos que la quieren, sigue regalándonos las tardes a la vera del río, que el poeta Plácido calificara como Undoso, al que llevamos a todo amigo o familiar que visite a la ciudad para el disfrute de su belleza natural y cuidémoslo para que siga irrigando nuestras vidas con sus aguas y nos brinde aliento para vivir.
Gracias, Sagua, por tanto amor.
Por Bárbara Fortes Moya.