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No dejaremos morir a Fidel en el año de su centenario

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Fidel nos dio la luz en el sentido estrecho y el más amplio, porque nos entregó las herramientas para comprender las injusticias de este mundo y luchar por transformarlo.

Apenas 5 meses y 3 días después de la desaparición física del Comandante en Jefe de la Revolución cubana, el 28 de abril del 2017, pude rendirle honor y jurarle lealtad eterna ante la piedra instituida como campamento permanente en Santiago de Cuba.

Hubiera preferido en el orden personal, ver un día sus cenizas esparcidas en la Sierra Maestra, un sitio inexpugnable y escenario natural que marcó su destino de combatiente invicto por las causa de los desamparados.

La ley inexorable de la biología logró imponerse pero no puede impedir, al celebrar su 99 cumpleaños, que fortifiquemos el compromiso de no dejar morir en el año de su centenario al más lúcido discípulo de José Martí, como hiciera él con el Apóstol, con aquella carga del 26 de julio.

Fidel no fue de élites ni discursos, fue un hombre de pensamiento, pero sobre todo de hechos y realizaciones que conforman un legado incuestionable que vivirá por siempre, luego de que la propia historia se encargara de absolverlo como antes presagiara.

Dio cultura y saberes a los analfabetos, medicinas y salud a los enfermos, tierra propia a los que cultivaban una tierra ajena, y los desposeídos de antaño tocaron con sus manos el poder de decidir por vez primera el destino de la patria. 

Fidel nos dio la luz en el sentido estrecho y el más amplio, porque nos entregó las herramientas para comprender las injusticias de este mundo y luchar por transformarlo. 

De su proyecto nació el hombre nuevo que elevó nuestra pequeña Isla al más alto sitial del universo en la ciencia, el deporte, el arte, la dignidad y el decoro, e incluso en el arte militar fuera de fronteras en defensa de las causas más justas.

El pueblo no olvida sus educativos discursos e intervenciones por televisión, explicando en detalle, cada medida que fuese necesario adoptar porque fue también nuestro mejor comunicador, pero es su obra la que lo incrustó en el lado izquierdo del pecho de la gente común. 

Cómo olvidar el ejemplo más reciente en que Fidel puso en cada una de las cocinas cubanas, efectos electrodomésticos que siguen siendo sueños sin materializar para centenares de millones de desheredados en otras latitudes.

Pero no basta con recordar a Fidel, en quien jamás pudo el dinero competir con los valores. En tan complejo entorno en que el imperio revive su teoría con la esperanza de que la fruta al fin madure, expresar nuestra lealtad es encontrar en el inagotable manantial de su obra y pensamiento, las respuestas a los graves problemas que hoy afectan al pueblo. 

Y cambiar, siempre que incida en el mejoramiento de nuestra calidad de vida, lo que deba cambiarse.

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