Hablando en Plata, he hablado críticamente de muchos temas, funerarias, farmacias, el pan, los apagones, el mundo digital, el pan otra vez… Pero debíamos haber empezado por uno mismo y como el programa pasado dejó un punto sin poner sobre la “i”, hoy merece una atención especial la prensa, la nuestra, la que escuchamos día tras día en el éter radial, o a través de Sagua Visión.
Hacer periodismo en Cuba hoy, es como cabalgar sobre Rocinante y arremeter contra los molinos de viento. Es una especie de épica romántica que desafía la locura. Es más, ser periodista hoy, es ser loco de remate. El periodista debe ser cuestionador, incisivo, fustigador con la verdad. Tiene que ser creativo, con los pies en la tierra, saberse salido de una costilla para pertenecer al costado, para ser igual. Y no puede pretender ser de la cabeza, para ser superior, ese puesto, ya lo tienen muchos.
El periodista tiene que ejercer el criterio, aspecto consustancial de la actividad. El que llegue y critique buscando la solución a un problema de todos, no puede ser la excepción. Y nunca debe dejarse poner en el saco estigmatizado de hacerle el juego al adversario.
Martí, en aquel primer número de Patria, lo dejó como un testamento. Con otras palabras, dijo que la prensa, cuando se tiene frente al enemigo. Y cito: “Entonces, en voz baja, se pasa la señal. Lo que el enemigo ha de oír, no es más que la voz de ataque”. Ahora, digo yo, es muy distinto pasar la señal “en voz baja”, como sugería Martí, que no dar señales de ningún tipo o hacerlo demasiado tarde o cuando ya otros lo hicieron, que es justamente lo que nos sucede muchas veces.
El periodista es el arma poderosa del pueblo, quien presta su voz, oídos, visión, pluma, espalda, pulmón, piernas… para hacer notar que están, que son, que importan.
Pero, desgraciadamente, el periodista que discute, que se incona, que le hierve la sangre, que habla por los cuatro costados con espíritu verdadero de resolver es “rara avis” dentro del medio. Es el “entremetido” que se busca miradas inquisitivas y desplantes de los que están haciendo mal su trabajo, pero no les gusta que se los diga, alguien que trata de hacer el suyo como corresponde.
¡Y es que por eso me hice periodista! Porque nunca supe quedarme callada, porque aunque quiera, me salen subtítulos en la cara.
Y aunque duele reconocer la verdad, hay que mirarse también el ombligo, no para darnos brillo, no lo merecemos, sino para buscar el centro. La prensa cubana, de Sagua, no resulta atractiva. Existe poco debate, poca crítica, propuestas aburridas, sin sentido, improvisadas, superficiales. Los periodistas nos hemos acomodado y no queremos despertar del letargo, aunque no nos culpo enteramente, hay que analizar las causas de ese anquilosamiento, de la lentitud y de la posición de no buscarse problemas.
Estamos siendo además, oficialistas en demasía, condescendientes y serviles, triunfalistas, estridentes. No hacemos nada para cortarle las alas al secretismo y nos dejamos pasar rectas, curvas y bolas, como sino fuéramos profesionales responsables, comprometidos, pero que, además, estamos en el mismo barco tratando de llegar juntos, sanos y salvos al mismo destino.
Es cierto que muchas veces los periodistas no contamos con acceso a la información, la niegan, la disfrazan o se les miente para cubrir ineficiencias y errores. Y luego se les convida a decir la verdad, de frente, con crítica responsable. Unos dicen lo que saben que tienen que decir frente a un auditorio y otros te convidan y te abren las puertas sinceramente, pero no son las únicas puertas que debes pasar. Las restantes, no están tan abiertas. Fidel lo dijo en una entrevista a Ignacio Ramonet, publicada en libro “Cien horas con Fidel”: “A pesar de las posibles consecuencias, todo es mejor que la ausencia de crítica”.
Ahora, no corramos como toros en pamplona a criticar todos a todos, por cualquier cosa. Tenga criterio, primero, luego, critique.
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