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El Triunfo: siempre majestuoso

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Cual gigante colosal el puente “El Triunfo” a sus 114 años se resiste a dejar sucumbir con él gran parte de la historia de Sagua la Grande.

Referencia obligada, junto a personalidades, obras, sucesos y valores patrimoniales, resulta el pintoresco enlace de ambas riveras del río que parte en dos la ciudad.

Esta conexión, de casi setenta metros, tuvo su génesis en la guerra del 95 cuando el tránsito de un lado al otro de la ciudad por las tropas del ejército español se hacía engorroso y las chalanas eran el único medio para transitar el caudaloso río. Fue entonces que se construyó el 26 de noviembre de 1895 el llamado Puente Militar de Sagua la Grande.

La incipiente estructura de madera fue testigo del ajetreo propio de una guerra de independencia, e incluso protagonista de la entrada triunfal del General José Luis Robau el 1 de enero de 1899 cuando los sagüeros insurrectos lograron la retirada de las tropas españolas, de ahí que se le comenzara a llamar “El Triunfo”. Seis años más tarde una nueva estructura metálica, a la usanza norteamericana, daría más consistencia a esta sobresaliente obra de la ingeniería civil.

Ese 20 de mayo de 1905 el propio General Robau rememoró simbólicamente su entrada a la ciudad vitoreado por su pueblo natal. “El Triunfo” fue motivo de regocijo para los de la Villa del Undoso, que agradecían las nuevas posibilidades de comunicación entre ambas partes de la ciudad que se abrían a través de la majestuosa estructura.

Pero “El Triunfo” fue más, llegó a convertirse en escenario del movimiento huelguístico ese 9 de abril glorioso cuando en él se atravesó un autobús que impidió el paso de los refuerzos policiales al otro lado de la ciudad.

“El Triunfo” fue cómplice orgulloso, protagonista, gestor. Algunos aseguran que facilitó a Wifredo Lam la observación del esplendoroso paisaje natural que dio lugar a su famosa obra pictórica “La Jungla”. Otros atestiguan que inspiró canciones que todavía algunos tararean como la de Carlos Francis. Y puede ser que acumule tantas historias como años.

En ocasiones también ha sido víctima. A pesar de sus casi 10 metros sobre la superficie de las aguas del río la naturaleza caprichosa ha hecho que las crecidas lo hirieran en muchas ocasiones e incluso llegaran a devastarlo, haciéndolo siempre un vínculo vulnerable.

Pero siempre se volvía a levantar. La historia recoge grandes reparaciones como la de 1942, 1967, 1980 y 1990, en las que poco a poco se fueron sustituyendo algunas de las piezas pero siempre conservando la estructura original.

Con el tiempo su utilidad fue decayendo. Cada reparación terminaba con limitaciones de carga. Primero a tráfico semipesado, luego a tráfico ligero, hasta llegar a un uso ciclo-peatonal.

Las alternativas para su protección se crearon: el puente Felipe Pazos, el Desvío desde Sitiecito, el puente de Carrillo, etc. Algunas soluciones duraderas, otras no tanto, algunas funcionales, otras menos. Lo cierto es que “El Triunfo” era la comunicación más directa, rápida y económica entre ambas riveras del río.

Tantos fueron los inconvenientes que incluso llegó a plantearse en la década de los 80 su demolición para la creación de un nuevo puente de hormigón armado por la calle Luis Mesa. Idea a la que se resistió la Delegación Municipal de Patrimonio local y el pueblo en general, que sufría con cada nuevo cierre, con cada nueva apertura limitada, pero que quería ese puente y no otro.

En el año 2013 se hizo un estudio de factibilidad sobre la necesidad de la reparación del puente “El Triunfo” argumentando sus valores patrimoniales, urbanísticos, sociales, y económicos.

En el propio estudio se argumenta que el puente se encontraba en un estado crítico, peligroso, que su condición podía dar lugar a una catástrofe.

Una empresa especializada vino desde Matanzas y asumió la tarea. Los pobladores del Consejo Popular San Juan-Finalet dieron un vuelco a su vida. Algunos se aventuraron a transitar por el puente flotante hecho de tanques, los menos atrevidos cambiaban su rutina y daban la vuelta por Carrillo.

Fueron meses de rediseño de la vida de muchos, pero no hubo quejas porque al fin se repararía el puente.

Dicen los que a diario pasaban que un día no vieron llegar a los trabajadores, escucharon que se rompió un artefacto imprescindible para continuar, otros que no alcanzó el presupuesto.
Hoy sabemos que “El Triunfo” sí lo sabe y lo calla. Y lo sufre una vez más, como las tantas veces en que su reparación fue un intento fallido. Ya era catalogado como “peligroso” hace seis años y le duele cargar con tan desdeñoso calificativo.

Pero sigue en pie aún. Con más de once décadas se enorgullece de ser parte del centro histórico de una ciudad que es patrimonio nacional. A sus años se niega a perecer porque es de las obras que atestiguan la historia de un pueblo triunfador y grande.

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